La culpa fue de Dante…
Todo empezó entre libros y copas de vino, allí donde mi amigo Pablo Bas y yo nos juntábamos algunas tardes para hablar de nosotros, de la vida, de la música y de la cultura. Se llamaba La Divina Comedia haciendo homenaje a la gran obra del poeta italiano y era nuestro sitio secreto, allí donde nadie más nos entendía y donde a nadie más queríamos entender. Allí nació este proyecto.
Como supongo que sabréis, la obra de Dante se divide en tres partes: el infierno, el purgatorio y el paraíso. Pues, como si estuviese misteriosamente escrito por el destino, esto fue por lo que nosotros pasamos.
Infierno
Una de esas tardes, hablando de lo rápido que evoluciona el mundo y lo lento que evoluciona el mundo musical, Pablo propuso escribirme una obra que rompiera con los esquemas musicales y sociales de los que estábamos hablando, que diera un paso adelante.
Ambos tenemos alma emprendedora, sobre todo Pablo, así que empezaron a venirnos ideas a la mente: sería algo inusual, una obra que produjese desorientación en el estudiante a la hora de trabajarla pero que también aportara conocimiento sobre las innovaciones musicales que poco se tratan en los conservatorios pero que son la actualidad musical que corresponde al mundo actual social.
Pablo lo tenía claro, quería romper con los esquemas musicales y sociales que tanto habíamos criticado. Empezando por los esquemas musicales, hizo referencia a la eliminación de música con una métrica establecida mediante un compás y a la creación de una música que estuviese sujeta por otros aspectos menos convencionales. En el caso de la rotura de esquemas sociales hizo referencia a las normas “escolásticas” de los conservatorios (reflejando la educación musical de este país) que no avanzan y siguen obligando a los estudiante a interpretar unas piezas musicales específicas para el examen final de carrera, limitando lo que podría ser un nuevo conocimiento tanto a nivel personal del alumno como a nivel de propagación de nuevas obras de igual o más complejidad, las cuales se ven desfavorecidas por su temprana edad y no son bien conocidas.
De esta forma nació Un triángulo para Sierpinski, una obra para oboe y electroacústica de Pablo Bas, que exige al intérprete ampliar sus conocimientos más allá de los que podríamos calificar como “clásicos” y añade otros que se definen como técnicas extendidas, propios de las propuestas musicales de los años 60 y 70 del siglo pasado.
Se trata de una obra basada en un fractal llamado triángulo de Sierpinski descubierto por el matemático Waclaw Siespinski (1882 – 1969), que explica cómo, dentro un triángulo equilátero, podemos encontrar tres copias auto-semejantes del mismo. Así, la pieza musical tiene forma tripartita y dentro de cada una podemos encontrar pequeños fragmentos musicales que simulan esta gran estructura, pero a menor escala.
Es imposible realizar una estructura armónica puesto que se trata de una pieza para oboe con acompañamiento de electroacústica y no la podemos tratar verticalmente. En cuanto a la interpretación se refiere, aunque no tiene la idea clásica de tonalidad, su estructura formal sí es clásica. Los efectos utilizados en toda la obra son papel principal de la obra, no sólo para darle contrastes a cada una de las partes, sino también para diferenciar motivos dentro de estas.
Cabe destacar que la obra carece de compás. Como indica en el principio, Moderato libero molto e senza rigore, se trata de una música sin rigor métrico, el cual se ve controlado por el intérprete dependiendo del tiempo que considere necesario para ciertos cambios de embocadura persistentes en toda la obra. Con esto se consigue una obra de métrica liberal pero siempre coherente.
Al igual que el triángulo de Sierpinski contiene tres ángulos, la obra contiene tres notas que podremos observar durante toda la obra aisladas unas de otras, pero en algunas ocasiones el compositor nos proporcionará el fractal completo, es decir, las tres notas principales juntas.
Pero sin duda, lo más interesante de la obra, a nivel técnico-interpretativo son los efectos sonoros que se consiguen en el oboe mediante las técnicas extendidas que, a primera vista son complejas, pero que una vez aprendidas resultan fáciles y muy llamativas para el oyente.
Purgatorio
Una vez escrita la obra, era mi turno. Debía estudiármela para, más tarde, grabarla y presentarla como parte de mi Trabajo Fin de Título.
No fue algo fácil puesto que Un triángulo para Siespinski está pensada para estudiantes de conservatorios superiores que tengan una técnica base establecida ya que deben dejar un poco de lado este aspecto para poder abrir sus mentes a las nuevas técnicas extendidas. Los microtonos, cuartos de tono, vibrato labial, oscillato o los multifónicos son solo algunos de los efectos que se exigen y aportan de personalidad a la obra.
Una vez estudiada debíamos grabarla por partes y “montarla” con la electroacústica, tarea más complicada aún. Para ello tuvimos la ayuda de Brian Martínez, compositor y profesor en el Conservatorio Superior de Música de Valencia especializado en la electroacústica y otras nuevas facetas de la música.
Llegó la hora de la verdad, la presentación de la obra ante el tribunal que iba a juzgar mi Trabajo Final de Título basado en la obra de Pablo Bas.
Y por fin…. El paraíso
El tribunal supo valorar el esfuerzo que había detrás de aquel proyecto y lo aprobó. La alegría fue enorme, ya no contábamos las horas dedicadas a la grabación, el esfuerzo de nuestros profesores que nos ayudaron fuera de su horario laboral, los fines de semana escribiendo música, cambiando compases o calentándonos la cabeza en cómo hacer un efecto u otro, el que sonara más, el que más nos gustaba, ese no, el otro…
Y es que, todo esfuerzo lleva su recompensa.
Eso sí, la culpa de todo esto fue de Dante, de los libros, de la copa de vino y de nuestra curiosidad.