El desllunat es un patio de luces, uno que comunica mi estudio en la parte superior, la casa de mis padres en la segunda planta, la casa de mis tíos en la primera y mi abuela en el bajo. Un edificio familiar.

Mi abuela Pepica, conocida como la corista o de trobo, utilizaba ese espacio para los quehaceres del hogar, mientras entonaba canciones dependiendo de la época: villancicos, himno de la patrona del barrio, coplas, y algunos pasajes de zarzuelas.

Su voz resonaba en el Desllunat.

La noche después de que nos dejara me desperté alterado en mi estudio pensando en que en cualquier momento me llegaría desde el desllunat su voz… Solo silencio.

Un silencio incómodo y doloroso.

Con el tiempo seremos capaces de escuchar aquellos cafés, la música, la “xarraeta”, la paella, resonando en el desllunat, y nos daremos cuenta que el silencio absoluto no existe, porque no podemos explicar quienes somos sin Pepica la Corista.

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